(ahora sabemos quién es, habla) veintinueve jóvenes niños y dos empleados de la antigua escuela para varones Dozier, fueron encontrados cavando, justo donde indicaban las cruces rojas y amarillas del radar prospectivo. Al reformatorio Dozier iban los jóvenes niños de cinco, trece, siete, diez, dieciocho, con condenas penales, robo, lesiones, los que no iban a la escuela, los tontos, los huérfanos.
(excavador)
(habla) Estas cosas son así (suceden) indescifrables.
Eran enormes
las lavanderas, toneladas decenas de ropa lavaban las lavanderas cuando los
techos azules alféizares rojos posaban los ojos de los jóvenes niños donde
descansaban sus pasos luego de la faena y aspiraban el jabón, el único olor a
felicidad que conocían. Y pasaron unos días, pasarán unos meses, los jóvenes
niños dejarán de apoyarse sobre el alféizar ancho rojo morado en la ventana
donde miran la bruma fosca oscura del mar agrio que nunca tocarán.
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una
flor 
muy 
muy 
amarillita 
me
estira los ojos 
amarillosamente 
de 
asombro 
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Juan Rearte publicó también:
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1 
y 
si
todo este dolor 
no
fuera más que  
un
halar        
en 
2 
como
una joya, 
deslumbrante, 
entre
sus piernas 
la mísera sangre 
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cegador,
el  
deseo, 
su
belleza toda 
obscurece 
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Jorge A. Flores también publicó:
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Pero  justito antes 
de la cena, 
el niño  
arremete 
y le pide a su madre 
-de sospechas hastiada- 
que le lave el pelo 
con sedal con ceramidas. 
(arriba la luna, 
en un lecho de brea 
desnuda  
sus cráteres) 
Entonces, 
parsimoniosa, 
la madre ejecuta 
                          ese rito tenaz: 
le masajea suave la
melena, 
le observa el arrebol, 
y le toma  de  a
uno, 
los mechones 
como si enjuagara  
una ilusión, 
también ella 
mojada  
o ya de piedra. 
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Rompémelo cuando estés despierto 
Bañame en sangre y espermas 
Contaminame con tu saliva enferma 
Y cuando el vino arda en tus venas 
Sé el verdugo entre mis piernas 
Llevame a donde las manos están atadas 
Jurame descuartizada 
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Esto
ofrezco: un traje de enfermera 
cofia
de novia, veneno para ratas 
sangre
joven que no cura, ella 
flaca
y enferma, la señora ya no come 
no
pasa bocado, algo 
el
deseo, acariciarla 
crece
de mis manos 
gangrena 
ella
siempre sabe todo, dice 
hay
que amputarlas, sé buena 
tesoro
acercame 
las
tijeras más grandes. 
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Trapecistas entre botellas vacías 
¿Quién habrá fortalecido los pliegues del silencio en la tarde que taja? 
Rutas de cobre, caminos ácidos donde erra el yuyo 
Viajo parada en una piedra que el tiempo no puede dañar 
Ríe el pájaro 
Es mi silencio de perro 
fundido en el paisaje 
La piedra es el monstruo sin la vida 
es la flor de la retama vista por las raíces, 
vista por el árbol. 
El poeta hace carne con los cerros, 
en su antigua voz de piedra 
como campamentos va dejando palabras 
ocultas entre las rocas calladas 
en la invertida copa de sierras eléctricas 
el vigor del relámpago 
el grito del relámpago 
viaja en su moto por el campo de rayos 
el grito de la víbora 
el grito del cactus quemado 
y flotante en el silencio 
el perfume del lechoso atardecer 
que un ganso se come rápido 
La frontera de la tarde se está evaporando 
como polvo sobre el lomo de la montaña. 
¡Tantas uvas caben en esta boca! 
Dulces, diminutas, 
que un muchacho lavó 
para mí. 
Hollejo y retama. 
¿Alguien puede acompañarme mientras balbuceo dormida, 
mientras sueño que el tiempo se abre para tragarnos, 
que sólo somos trapecistas entre botellas vacías? 
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Gabriela Bejerman publicó también:
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La noche se deja caer sobre tu cabeza, 
De repente te vuelves tan pequeña que cabes en tu sombrerito 
Las estrellas caen blandamente sobre tus hombros 
Y a través de tus ojos leo estas palabras 
La melancolía ha ganado su última batalla 
*** 
Si pudiera sumergir mi alma en el deseo 
Y levantarme, tender mis brazos hasta tu estancia, 
Llegaría con la noche y golpearía a tu puerta 
Pero con el paso de los días encuentro que persiste 
Esta corona de flores que has puesto en mis sienes 
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Yo viví en un documental 
No son tristes los árboles en invierno 
Por qué nadie me dijo 
que había que ser fuerte. 
Por qué siguen cayendo 
agujas del cielo 
para que no puedas verme. 
A veces parece que nos quedamos callados, 
la luz brilla más. 
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