teatro


El manoseo y la soledad  de Javier Fernández

 


La soledad

AVENTURA: Respetable concurrencia, niños y niñas, damas y caballeros, hermanos y hermanas del espíritu libre, hijos de la luz… Espero que sean de su agrado los entretenimientos titiriteros, porque esta pieza saltimbanqui no es a beneficencia de nadie sino un homenaje a su sola presencia, que nos honra profundamente. Niños, niñas, damas y caballeros, hermanos y hermanas del espíritu libre, amigos de la luz… Con ustedes, muy respetable audiencia, en breve, Olga y Chaucha, madre e hijo, ambos dos mendigos, esponjas de vino… vagabundos. Espero que sean de su apetencia estas conversaciones y que mucho las disfruten. (SALE)

ENTRAN OLGA Y CHAUCHA CON SUS BÁRTULOS AL HOMBRO.

OLGA.– Yo soy una vagamundos Chaucha, una vaga-mundos, una callejera. Vivo al abrigo de la intemperie como una rata sin madriguera.

CHAUCHA.– ¡Olga! ¡Pero de nuevo con eso! Ya me lo dijo como mil veces en lo que va del día, ¡controlesé! Me irrita con esa cantinela…

OLGA.– A veces pienso que nadie escucha…

CHAUCHA.– ¿Y qué importa si Nadie escucha o no escucha? ¿Quién es ese Nadie? Yo no lo conozco…

OLGA.– Hijo, usté es un idiota, tonto como las gaviotas, sumiso como las mascotas, igual que su padre.

CHAUCHA.– No me molestan sus críticas. Seré un tonto Olga, pero un tonto contento. Lo que es usté…

OLGA.– Yo soy como soy, pobre hijo mío, ¡a mí qué me importa el mundo, si soy una vagamundos! Sólo le digo una cosa: si se lleva bien con usté mismo, lo demás es lo de menos.

CHAUCHA.– ¿Olga?

OLGA.– Chaucha.

CHAUCHA.– ¿No se cansa de decir cosas raras?

OLGA.– ¿Cosas raras? Lo que pasa es que usté es muy corto…

CHAUCHA.– Lo que me hace falta un buen trago de oporto…

OLGA.– Y a mí me haría faltar acabar con sus taras, Chaucha. Usté es un borrachín de la peor calaña, como lo fue su padre…

CHAUCHA.– Yo soy una persona respetable, Olga, por favor, no me confunda con un vago cualquiera…

OLGA.– Ahora todo el mundo es respetable…

CHAUCHA.– Dentro de la vagancia soy un reo distinguido.

OLGA.– Lo que a mí me parece distinguido es no ser distinguido, por nadie.

CHAUCHA.– Olga, trato de entenderla, pero es mucho lo que me cuesta.

OLGA.– Lo imagino, ¡cabeza hueca!, ¡perfecto imbécil! Esta vieja se aleja, niño mierda… y tan genial como caprichosa, soy, y a donde quiera que vaya, lerda o apurada, digo lo que pienso, soy como soy…

CHAUCHA.– Está bien Olga, está bien, no se va a enojar por eso…

OLGA.– ¿Alguna vez se puso a pensar qué va a ser de usté cuando yo no esté?

CHAUCHA.– Olga, ¿qué cosa dice?

OLGA.– Lo que escuchó, Chaucha, ¿o se pensó que yo voy a vivir para siempre?

CHAUCHA.– Y usté, ¿ya pensó qué sería de usté sin mí?

OLGA.– Sí, Chaucha. Usté ya es grande. Y a veces pienso que al lado mío no termina de hacerse hombre.

CHAUCHA.– Supongo que sin usté yo seguiría haciendo lo que hago.

OLGA.– ¿Y qué es lo que hace, Chaucha?

CHAUCHA.– Nada. Eso mismo. Cualquier imbécil puede hacer de esclavo. Vivir si hacer nada es cosa de pocos.

OLGA.– ¿Chaucha?

CHAUCHA.– Olga.

OLGA.– ¿Nunca sintió que el mundo le queda chico?

CHAUCHA.– No.

OLGA.– ¿Y nunca pensó en cómo sería la vida sin otoños?

CHAUCHA.– Tampoco.

OLGA.– Mierda, usté sí que es sencillo, Chaucha.

CHAUCHA.– De usté aprendí, doña Olga, a no usar bolsillos y tomar vino con agua de mañana, a pedir prestado para no devolver, a ver la lluvia que cae con alegría, a hacer noche en cualquier parte.

OLGA.– Déjese de chiquilinadas, Chaucha, y escuche lo que le digo: Usté se tiene que despabilar. Viaje, vague por el mundo, duerma bajo la luz de la luna, no disimule sus enojos, si tiene que mentir, mienta, y si tiene que defenderse, sea brutal…

CHAUCHA.– Olga, no son horas de sermones, fue un día muy largo
(BOSTEZA) duérmase, mañana me dice…

OLGA.– Mañana un carajo, niño mierda. La vida es hoy, es ahora, usté no se dá cuenta, hay que sufrir, tropezar, caerse y volverse a levantar, para eso nacemos… para caminar hasta gastar la suela de los zapatos…

CHAUCHA.– Vamos, Olga, tengo sueño… me cuesta seguirla.

OLGA.– Lo que a usté le cuesta es pensar.

CHAUCHA.– Pero Olga (BOSTEZA), se me apagan los ojos.

OLGA.– Lo que a usté se le apagó, y hace rato, son las ideas… Yo no sé por qué me sigue a todos lados cuando lo que tendría que hacer es revelarse, negarme, matarme para poder nacer usté… Igualito a su padre, que nunca pudo salir de la pollera de su madre, esa vieja roñosa… Yo elegí ser la que soy, nací en la calle y en la calle me voy a morir. Esa es mi ley, mi elección. En cambio usté, paria sin decisiones, lo único que elegió en la vida fue no elegir, garrapatear mis pasaos, seguir mis huellas. Pero ni su camino le pertenece. Usté es mi sombra Chaucha, ¿se da cuenta de lo triste del asunto?, ¿se da cuenta? ¿Chaucha?

CHAUCHA.– (RONCA)

OLGA.– Está bien, antes o después esto iba a pasar. Ahora sí, es para siempre, esta vieja se aleja, niño mierda… ¡Qué me importa el mundo, usté incluido, si soy una vagamundos! Adiós, Chaucha, adiós. (SALE)





ACTO 1: Clima siglo 19... o no.
Meteoro (Overoll plateado o traje y casco de moto) (Revolviendo trastos): Busco iluso, pajarín, en las revistas de utopías el pronóstico ecologista y sin embargo sé, por que lo sé, que palabras tan profundas del horóscopo no me llegan...
Wolkswagen: Ya sé..., yo también tengo mi melancolía… Sí! Una tentación de hartazgo que oscurece, como nunca, la luz que tanto espero, y que tanto tarda…(Suspira)
Meteoro (Serio y comprensivo): Acaso es tu suerte o mi desgracia… no lo se, ¿será el amor que tanto buscamos y nunca trasciende de la idea? (Se acerca y la acaricia entre melancólico y sensual) (Sonido tormenta)
Wolkswagen: (Separándolo para demabular tranquila y soñadora hasta caer romántica y laxa junto al cristal de la ventana) ¡Oh! La lluvia... Tan cercana a mis íntimos secretos... (Soñadora) No será, seguro, el amor algo tan sencillo y burgués como el olor a siesta de gordas que despiden el sudor del tedio ¿?... ¡de esas revistitas literarias! (Tirando por el aire las revistas de Meteoro... Meteoro trata de atajarlas en vano, queda congelado. Entra la doméstica, bandeja de plata, velas, flores en el pelo y sensual camisón)
Doméstica: Señores... La mesa esta servida... (Se retira por el opuesto)
Meteoro: ¡Ah!... (Descongelándose) No haré de mi deseo algo sublime... ¡Never, Baby! (tenso, reflexivo y decidido. Deja caer la camisa de W y la deja desnuda. La toma por los hombros y la besa en el cuello por detrás)
Wolkswagen: (Seria y excitada) ¡Tómame y maquíllame, poeta carnívoro! (Ella se empolva la cara, etc…)
Meteoro: Ardo en deseos esenciales... (Luces blancas y fuertes telón de gasa blanca)… Volverán las flores y los prados o será un triste deambular por los escombros de la avaricia y las rutinarias entre sábanas? Dímelo, pajarín... (suplicante) ¿Qué es lo lo que tanto anhelas del pasado…?
Wolkswagen: ¡No! Mi tren loco… No me hagas mirar para atrás… El pasado... (Algún signo de ensueño… Música o luz. Entra Claromecó, puede estar vestido de arlequín o pirata)
Claromecó: ¡Ahhh! Descubriste los cosméticos... (Baja por una soga, atemorizándolos… Ellos se arrodillan y se muerden las uñas de terror... Claromecó los rodea)
Decir… ¡Qué desilusión! ¡Es poco! (Grita sacado, acusador a Meteoro) ¡No será que anhelas esas siestas que pertenecen al pasado como las nuevas estéticas! ¡Confiesa canallín de cotillón! (Sarcástico e irónico a Wolkswagen) Ay, me duele tu Kosiuko tan infantilín que no puedes llenar más que con grasa literaria... Si al menos tuvieras la histeria barrial descontenida y ofertada, pero... (Camina reflexivo alrededor de ellos) Esto era... ciudadanos... La libertad (Jajajajajaja) Loco, reloco me pongo ante tanta pacatería demócrata... Además, ¿levantarán alguna vez la bandera de ceremonias o
siempre seremos un triste banderín que flamea segundón bajo el mástil más pirata? ¿Y lo nuevo? Ya sé... Eso es Moderno... Te juro que tan caro no fuera te arrancaría tu Kosiuko de Hong Kong y te besaría como antes que bajaras a los sótanos. Creo expresarme con claridad…
W y M: No... Para nada...